Cómo comer fruta con diabetes

Crecí con dos mangos y aguacateros en el jardín de casa. En verano, el patio estaba repleto de más fruta de la que podíamos comer. Me encantan los meses de verano porque la lluvia y la luz del sol producen una gran variedad de frutas y me encanta comer fruta. En mi infancia, en lo único en lo que pensaba durante la temporada de mangos era en cómo podía evitar mancharme la camiseta de mango. Ahora que tengo diabetes, las cosas no son tan sencillas como entonces, porque tengo que pensar más allá de las manchas en la camiseta cuando me permito comer fruta. A base de un proceso de ensayo-error, he aprendido a incorporar la fruta en mi dieta de forma saludable. Para ello, tuve que cambiar algunos de mis antiguos hábitos.

Algunos de mis antiguos hábitos consistían en comer fruta de forma irracional y sin calcular los carbohidratos, convirtiendo a la fruta en el principal elemento de mis comidas y comiendo mucha fruta deshidratada fuera de temporada, como, por ejemplo, una bolsa entera de mangos deshidratados durante los meses de invierno. Tenía que cambiar todos esos hábitos. A continuación, os contaré cuatro nuevos hábitos que he creado y con los que puedo seguir disfrutando de la fruta sin padecer sus efectos negativos sobre el azúcar en sangre.

1. Llevar fruta cuando hago ejercicio: me llevo fruta al gimnasio y cuando hago una caminata larga, ya que los ejercicios de cardio tienden a reducir el azúcar en sangre. Cuando me pasa, aprovecho para comerme una manzana pequeña. Prefiero las manzanas porque son fáciles de llevar y no son tan engorrosas de comer como otras frutas.

2. Tomar fruta en lugar de otros carbohidratos: a veces cambio los carbohidratos ricos en almidón por fruta. Por ejemplo, en vez de comerme un pollo al horno con arroz o patatas para cenar, cambio el arroz o las patatas por plátano macho, fruta de pan o plátano verde.

3. Saber cuándo es el mejor momento para comer fruta: hace poco me di cuenta de que entre semana, mientras trabajaba, tenía muchísima hambre antes del almuerzo y comía más de la cuenta, lo que aumentaba mi nivel de azúcar en sangre por encima de lo normal. Cuando se lo comenté a mi profesional médico, decidimos que intentaría hacer una comida ligera tres horas después del desayuno. Esta comida ligera consiste en una pieza pequeña de fruta acompañada de proteína, como yogur, queso o carne loncheada. De esta forma, he podido mantener los niveles de una forma más estable y así tengo otra ocasión para comer fruta.

4. Conocer los tamaños de las raciones y el índice glucémico: como amante de la fruta, creo que el índice glucémico es muy útil. No tardé en enterarme de que necesitaba contar la cantidad de cerezas o uvas que podía comerme con tranquilidad, en lugar de tener al lado la bolsa de kilo de fruta y comérmela de forma irracional. Saber que 16 uvas verdes equivalen a un mango pequeño me ayudó a hacerme una idea. También resulta útil saber que no todos los mangos tienen el mismo contenido en azúcar y que el tamaño del mango puede marcar una gran diferencia.

Cuando me diagnosticaron diabetes por primera vez, pensé que no podría comer fruta nunca más. Evité todo tipo de fruta durante los primeros meses. Con la ayuda de mi dietista, me alegra haber descubierto que se trataba de un mito y que la fruta es sana con moderación. Podemos comer fruta, pero tenemos que hacerlo de una forma más consciente. Espero que estos consejos te sean de ayuda.

Autor: Phyllisa Deroze @not_defeated