Gestión emocional de la diabetes: La acción

La acción

Introducción. Sin acción no hay cambio

La actitud que mantengas es crucial para vivir con diabetes de una forma sana. Así que, si has leído la entrada anterior sobre el tema, y se ha estimulado en ti el deseo de mejorar, continúa leyendo.

Y si no es así, vuelve antes de seguir. A ver si, tras la reflexión, ves con más optimismo cuáles son tus capacidades.

Pero debes tener en cuenta que, por muy buena actitud que tengas, por muy positiva y optimista que esta sea, si no actúas, si no te mueves para cambiar, todo permanecerá igual.

El optimismo inteligente, el que desemboca en una mejor calidad de vida, es el que te impulsa a hacer cosas para modificar tu situación, para tomar partido, para dirigir tus acciones.

La motivación

No solamente eres tú quien se pregunta qué es eso de la motivación. Muchos psicólogos la han intentado desentrañar porque es muy importante para orientar todo lo que hacemos.

Se trata de la gasolina que nos impulsa a hacer algo, pero también es el volante que modifica la dirección para que nos encaminemos hacia ese punto que deseamos alcanzar… Y más que eso. También son las ruedas que hacen que sea más fácil transitar el camino hasta la meta.

Respecto a la motivación debes saber que tiene que surgir de ti mismo. Los demás solo podemos alentarte, facilitarte las cosas, incluso acompañarte. Lo que nadie puede hacer por ti es inyectártela. Eso es cosa tuya.

Pero la motivación es imprescindible para hacer algo por cambiar. Es muy difícil que, por ejemplo, dediques tiempo a calcular los carbohidratos de una comida si no tienes una razón para hacerlo. O sea, podríamos decir que la motivación es el motivo para la acción (motiv-acción).

Hasta este momento lo que he intentado transmitirte es que necesitas estar motivado y que eres tú el responsable último de encontrar aquellas cosas que puedan llegar a ser tu energía.

Elegir la próxima meta con cabeza

Cuando la distancia al objetivo es excesiva, no sólo disminuye la probabilidad de éxito, sino que, además, el no conseguirlo va fraguando una imagen negativa de sí mismo/a. Así uno confirma que es incapaz de lograr lo que se propone.

Imagino esta situación similar a intentar llenar una hucha demasiado grande. Veamos a qué me refiero.

Tu deseo es correr la San Silvestre de tu ciudad en la mitad de tiempo de lo que lo haces ahora. Como te “has venido arriba”, para lograr tu meta has decidido entrenar todos los días. De lunes a domingo, sin faltar uno.

Imagina que cada día que entrenas es una “moneda” y que llenar la hucha con esas monedas es alcanzar el objetivo que te has propuesto.

Por supuesto, la forma de llenarla es echando una moneda tras otra. Entrenando un día y otro también. NO hay otra manera de hacerlo.

Pero la hucha que has comprado, es decir, tu meta es extremadamente ambiciosa… casi, casi irrealizable. En fin, que se trata de una hucha que, en este momento te viene grande. La decidiste más con el deseo que con tu realidad.

Sin embargo, estás motivado, decidido a lograrlo. Así que cada día te enfundas en la ropa de deporte y sales a entrenar.

Obtienes una “moneda” cada sesión de entrenamiento. Hay días que te resulta fácil conseguirla, pero otros…

En esos días “cuesta arriba”, decides estimularte comprobando todo lo ahorrado hasta ese momento. Contemplas la hucha, pero como es demasiado grande, las monedas apenas han cubierto una pequeña parte del espacio. Te desanimas y piensas que nunca podrás llenarla. Nunca podrás alcanzar tu objetivo.

Poco a poco te vas desinflando y la energía con la que empezaste desaparece.

Podrás pensar que puedes superar este bache y proponerte otro fin. Que solo debes dejar que la batería de la motivación se vuelva a recargar.

Hay un detalle que se te escapa. Cada vez que te planteas un objetivo y no lo alcanzas, además de suponer un jarro de agua fría, refuerza la idea que tienes de que eres un desastre y que nunca consigues nada de lo que te propones.

Ese es un verdadero problema. Cuando uno piensa que no es capaz de lograr nada, ¿cómo va a plantearse nuevos retos?

Si lo piensas bien, no es que sea un inepto, sino que no ha sabido ajustar debidamente el nivel de dificultad que es capaz de asumir en las circunstancias actuales.

Por eso, la primera pregunta que debes plantearte es: ¿A qué me puedo comprometer con ciertas garantías de éxito?

Esa es la clave: tienes que proponerte lograr algo que esté un poco más allá de donde te encuentras en este momento y en la dirección correcta. Es decir, adquirir una hucha que te sirva para ahorrar, pero de un tamaño adecuado.

Con esta simple premisa, no sólo tendrás más probabilidades de llenarla, sino de concluir que, si ajustas el objetivo, con cierto esfuerzo, eres capaz de lograrlo.

Además, no sólo lograrás tu objetivo, sino que el hacerlo te servirá como estímulo para ir proponiéndote nuevos retos. Tiene relación con el hecho de que vas acumulando experiencias de éxito sobre tus propias capacidades.

En lo que queda de esta entrada te ofrezco unas sugerencias para “afinar” bien en la elección de la “hucha” que debes proponerte llenar.

Saber desde dónde se parte

Solamente si eres consciente de tu punto de partida, podrás ajustar adecuadamente la siguiente meta.

Imagínate que dos personas tienen su objetivo relacionado con comprobar la glucosa. Una de ellas sistemáticamente realiza glucemias capilares todos los días, mientras que la otra lo hace esporádicamente.

Para este último quizás sea suficiente con plantearse como meta hacerse una glucemia antes de desayunar. Eso sí, todos los días.

Buscar un objetivo excesivamente ambicioso (pongamos el realizarse cuatro glucemias diarias) será contraproducente porque está muy lejos de su situación actual. Eso no quiere decir que no pueda lograrlo en algún momento, pero debe adquirir aquella “hucha” que crea que puede llenar con cierta comodidad. Una vez lo haya hecho, podrá encargar otra que llenar.

Para conocer su situación actual podría preguntarse: ¿Qué nota me pongo en el hábito de comprobar mi glucemia capilar?

Imagínate que concluye que ha suspendido, que es un 4 lo que cree que se merece. Ese será su punto de partida.

Inmediatamente conviene hacerse la segunda pregunta: ¿Qué hábito debería adquirir para poder ponerme un 5 respecto a esta tarea? Observa que no hablo de un 7 ni de un 8. ¡Ya habrá tiempo de aspirar a notas más altas! De momento nos basta con el 5.

Puede que se te haya pasado un detalle que personalmente me parece de radical importancia: Eres tú mismo quien te puntúas y quien decides qué debería pasar para subir un escalón. En mi opinión eso es una cuestión privada.

Al final tú debes decidir la secuencia de logro en función de la “zancada” que te sientas capaz de ir dando. Eso sí, siempre hacia adelante y en la dirección oportuna. Pero a tu ritmo.

Recomendaciones para avanzar

Paso a enumerarte algunas de las cosas que creo que ayudan a la hora de configurar tus próximos objetivos. Ten presente que son recomendaciones sobre aspectos que a mí me sirven y que te muestro para que te respondas: ¿me ayudaría hacerlo así?

Céntrate en uno o dos objetivos

Si piensas en el autocuidado de la diabetes verás que siempre existen cosas en las que se puede mejorar. Pero ten presente que no puedes abordarlas todas a la vez.

Te sugiero poner el foco en una o dos metas a alcanzar. Ya habrá tiempo de proponerte otras nuevas.

Eso sí. Elígelas con sabiduría. Recuerda que deben estar a tu alcance. Es decir, conviene tener ambición, pero no en exceso.

Pero, además, para la elección de las próximas tareas que te plantees, escoge de entre todas, aquellas que, en este momento sean importantes para ti o con las que consigas más cosas.

Hacerlo así, supondrá un punto extra de motivación.

Defínelos bien y escríbelos en un papel

Dejarlos por escrito tiene, en sí mismo, ventajas añadidas: Supone un compromiso mayor contigo mismo/a y te permite definirlo de una manera más efectiva.

Evita la utilización de términos ambiguos tales como “suficiente”, “más”, “menos”, “bastante”, etc. Éstos dependen demasiado del criterio personal y con frecuencia el punto de vista es cambiante. Así lo que, ahora te parece “suficiente”, quizás luego opines que es “escaso”.

Cambia el objetivo “Hacer más ejercicio” por “Salir a correr tres veces por semana”. “Mirarme más la glucosa” por “Hacerme una glucemia todos los días antes de desayunar”. “Tomar menos azúcar” por “Siempre que tome café lo endulzaré con sacarina”.

Recuerda que acabarás haciéndolo sin esfuerzo

Una de las cosas que hace que la persona flaquee en la consecución de un objetivo, es el pensar que siempre va a tener que hacer el esfuerzo que ahora le está costando tanto. Pero no es así.

El esfuerzo a realizar puede que sea grande pero sólo mientras la conducta no se convierta en hábito. Cuando logres incorporarla a tu vida, lo harás sin pensar. Es cuestión de tiempo y de constancia.

Esta idea es extremadamente importante pero su desarrollo no cabe en este artículo así que, de momento, reflexiona con la cantidad de cosas que haces sin pensar y que en otro tiempo te llevó tanto trabajo. Sin ir más lejos aprender a leer para poder entender el mensaje contenido en estas líneas.

Una última solicitud

Antes de que apagues el ordenador y te pongas a tus quehaceres, te pido una cosa más: Coge un papel y algo para escribir y redacta tres posibles objetivos. Recuerda, sólo aquellos que pienses que son tan fáciles que te costará poco esfuerzo alcanzarlos. Si están en la dirección adecuada, ya es un paso hacia adelante.

¿Por cuál vas a empezar?

Si deseas conocer más aspectos sobre la gestión emocional y la diabetes no te pierdas el webinar que Iñaki Lorente realizará el 4 de mayo a las 18:00H. Inscríbete aquí.