La gestión emocional de la diabetes: La actitud

La Actitud

Introducción 

Cuando la diabetes aparece en la vida de una persona casi siempre lo hace sin avisar y de malas maneras.

Me suelo imaginar ese momento como cuando un pariente lejano te avisa de que, ya que pasa por ahí, ha decidido hacerte una visita y honrarte con su presencia una temporadita.

Y de buenas a primeras, se planta delante de tu puerta sin haber sido invitado. No se le esperaba ni se deseaba su presencia. Tu familia protesta porque ni lo conocen. Te ves obligado/a a reorganizarlo todo.

En el caso de que la invitada sea diabetes, estás “condenado/a” a modificar ciertas costumbres, a suprimir unos hábitos y a instaurar otros nuevos. Podrías pensar que todas las propuestas son correctas y adecuadas para cualquier persona (comer más sano, hacer ejercicio, llevar una rutina diaria, etc.). El problema es que no es una decisión personal tras una reflexión serena, sino que es vivido como una imposición. No hay otra opción. Debes hacerlo sí o sí.

Te sientes en la obligación de atender bien a ese pariente, que se sienta cómodo, que diga lo bien que le atendisteis. Es así como te enseñaron a tratar a las visitas.

En el caso de la diabetes, tienes que cuidarla con mimo. De ello depende el esquivar complicaciones no deseadas. Pero eso no quiere decir que lo hagas con alegría.

La gran diferencia entre un pariente inoportuno y la diabetes es que ésta ha venido para quedarse. No tiene intenciones de marcharse (al menos mientras alguien no descubra su curación).

Qué entendemos por actitud

Podemos entenderla como la tendencia a responder positivamente o negativamente ante ciertas personas, objetos o situaciones (Morgan & King, 1978)1

Y en cómo sea nuestra actitud, entran en juego lo cognitivo (lo que pensamos), lo afectivo (lo que sentimos) y la conducta (lo que hacemos).

En este sentido la actitud podemos verla como el conjunto de creencias y valores que nos predisponen a actuar de una determinada manera.

¡Ten paciencia! No es mi intención dar una clase de psicología, pero he pensado que, ya que voy a hablar de actitudes era conveniente que supieras a qué me estoy refiriendo.

Aunque son más o menos estables debes saber que se modifican según las experiencias que la persona va teniendo y los conocimientos que va adquiriendo. O sea, estables, sí. Inamovibles, no.

Lo importante de todo esto es que, según la actitud que tomemos ante el hecho de tener diabetes tendremos más o menos oportunidades de poder controlar lo que esta visitante inesperada va a suponer en nuestras vidas.

Paso a exponerte algunas pistas que pueden orientar tu actitud de una forma más positiva.

Lo que marca no es lo que sucede, sino cómo nos lo tomamos 

Hubo un filósofo romano en el siglo primero después de Cristo que se llamó Epicteto. De él es una frase famosa que dice: “La gente se perturba, no por los acontecimientos sino por SU OPINIÓN sobre los acontecimientos”.

Esta es una frase con mucha miga, pero básicamente lo que trata de decir es que lo que entristece, lo que crea ansiedad, lo que hace sentirse culpable… no es el hecho de tener diabetes en sí mismo. Si eso fuera así, todos aquellos que la tienen sentirían lo mismo.

Aún me atrevo a decir más. Si el tener diabetes fuera lo que determina cómo uno se siente, siempre sentiría lo mismo.

Pero tú sabes que no es así. A veces estás más triste, otras veces te importa un poco menos, incluso hay momentos en que puedes verle algún lado positivo (me cuido más, he conocido a personas fantásticas, me divierto con algunas actividades de la asociación de diabetes…).

Entonces, ¿de qué depende? Pues ni más ni menos que de la lectura que haces del hecho de tener diabetes. Y esa varía según las circunstancias, las experiencias, cómo te vaya, los apoyos con los que cuentes…

Te lo voy a intentar demostrar: Si llevas varios años con diabetes, te pido que rememores las primeras semanas. Aquellas en las que dominaba el sentimiento de desgracia, de agobio por lo que había que aprender, de incertidumbre… Seguro que esos sentimientos no los tienes ahora, o por lo menos con la misma intensidad. Eso es por cómo traducías el tener diabetes entonces y cómo lo haces ahora. ¿Qué ha cambiado? LA DIABETES SIGUE SIENDO LA MISMA. Entonces, lo que ha cambiado es TU FORMA DE MIRAR LA DIABETES.

Para acabar esta reflexión incluyo una frase atribuida a un escritor chino:  Lin Yutang que dice que “la mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad, del hombre que lo mira”.

Así que, habrá que preguntarse cómo “mirar” el paisaje de la vida con diabetes para evitar que sea tan feo, ¿no? Insisto. No se trata de autoengañarse, ni de caer en “el síndrome de Mr. Wonderful” que, aunque se vea todo tan bonito, resulta un poco engañoso. Lo que yo te propongo es hacer el esfuerzo por mirar la realidad con los cristales de las gafas más limpios. Esto viene al hilo de lo que escribió Ramón de Campoamor:

En este mundo traidor

Nada es verdad ni es mentira

Todo es según el color

Del cristal con que se mira.

La diabetes como enfermedad o como dolencia

Reflexiona sobre esto que te planteo:

Desde el punto de vista médico, tu diabetes es similar a la de otras personas. Si es Tipo 1 se parecerá a la de otros Tipo 1. Si es Tipo 2, a los de Tipo 2, etc.

En este sentido, tiene una dimensión biológica (páncreas, glucosa, insulina…) son cosas que nos hablan del organismo. De la parte física de lo que somos. Ya te adelanto que, en mi opinión, somos muchísimo más que un sistema de músculos, órganos, huesos… por perfecto que éste sea.

Vista así, también los animales pueden tener diabetes.

Pero si pensamos en la diabetes desde el punto de vista psicológico veremos que la forma en que afecta a cada persona es única e individual.

Eso es porque entender la diabetes como un sufrimiento, hace referencia a cómo hace pensar y sentir el hecho de tenerla (tristes, amargados, sin darnos frio ni calor…).

Ten en cuenta que, desde este punto de vista, los animales no sufren de diabetes. Eso es porque ellos no piensan lo fastidioso que es tener que mirarse la glucosa, ni la rabia que da renunciar a tomar un segundo postre, ni temen padecer futuras complicaciones. Sin embargo, las personas con diabetes, sí.

También tiene que ver con la actitud. Y también, como he comentado, dicha actitud, se puede modificar.

De nuevo otra frasecilla para la reflexión. En este caso atribuida a Buda (aunque no lo tengo tan claro): El dolor (léase diabetes) es inevitable, el sufrimiento (por tener diabetes) es opcional.

En resumen. No se puede curar diabetes, pero sí atenuar el malestar que produce tenerla.

Ojalá no tuviera diabetes 

En mi labor profesional, con frecuencia me encuentro con personas que exclaman: “Si pudiera volver atrás y cuidarme más, todo habría sido diferente”. Otros preguntan: ¿Qué puedo hacer para curarme la diabetes?

Este tipo de pensamientos son muy peligrosos ya que, ni se puede volver en el tiempo, ni hay nada en este mundo que, a día de hoy, cure la diabetes. Así que siempre desembocarán en la impotencia. Y, como sabrás, el sentirse impotente lo que hace es desinflarnos de energía y no permitirnos hacer nada por mejorar.

Es importantísimo hacerse las preguntas adecuadas. Y, ¿cuáles son? Es simple: AQUELLAS QUE TE PERMITAN AVANZAR. Son preguntas como, ¿Qué puedo hacer para mejorar mi calidad de vida? También, ¿qué debería aprender para controlar un poco mejor mi diabetes? y, mejor aún, ¿puedo hacer algo más de lo que hago para que mi diabetes interfiera lo menos posible en mi proyecto de vida?

Esas son las preguntas que tienen respuestas que llaman a la acción ya que dependerá de ti y no de que alguien encuentre un remedio.

Actitud negativa - actitud positiva

Una forma de clasificar las actitudes es cómo valoras la situación a la que te enfrentas, de qué emociones partes.

La actitud negativa lo que nos muestra es una visión pesimista de la realidad. En ella solemos poner el foco, la mirada en los aspectos negativos (que seguramente tiene) y les otorgamos mucho valor. Por contra, desvalorizamos, despreciamos los positivos (que también los tendrá). Irremediablemente desemboca en un lamento constante, una queja por la mala suerte. Y así es muy difícil avanzar.

Entre ellas están: La resignación (“no voy a poder disfrutar porque tengo diabetes”), la tristeza (“¡Qué vida más triste! Ojalá no tuviera diabetes”).

La actitud positiva, por el contario favorece el optimismo y predispone a una mejor actitud para afrontar las dificultades. No se trata de autoengañarse y pensar que la diabetes no es un problema, o vivir como si no tuvieras diabetes. Sin duda eso es extremadamente peligroso.

Se trata de buscar la manera para ser feliz conviviendo con ella. Una actitud positiva puede ser: “voy a cuidarla para que no me estorbe”.

El caso especial del "YSI”

El “Y si” es uno de los virus mentales más dañinos a los que debes enfrentarte. Surge de la imposibilidad de poder asegurar que algo que temes no vaya a ocurrir.

Imagínate: ¿Y si en la calle sufro una hipoglucemia?, ¿Y si cuando voy a echar mano de los azucarillos compruebo que no los llevo? ¿y si está todo cerrado y no puedo comprar algo que me ayude a salir de la hipoglucemia? ¿y si me desmayo y me quedo tirado en el suelo? ¿y si los transeúntes que pasan piensan que estoy borracho y no hacen nada? ¿y si…?

Como ves nadie puede asegurar al 100% que no pueda ocurrir. Así que, si uno se deja atrapar en el bucle del “Ysi” es posible que ni salga de casa… por si acaso. Aquí, lo difícil es aprender a tolerar cierto grado de incertidumbre y pensar que, aunque no sea al 100%, casi al 95% de certeza de que no va a ocurrir y que con eso debe bastar.

Un reto

Te propongo que dediques un rato a responder a estas preguntas (mejor por escrito):

1.Si tuviera que definir la actitud hacia la diabetes que predomina en mí, ¿qué tres adjetivos le pondría?

2. Para vivir mi vida con diabetes de una forma más sana voy a:

Te deseo mucha suerte.

Si deseas conocer más aspectos sobre la gestión emocional y la diabetes no te pierdas el webinar que Iñaki Lorente realizará el 4 de mayo a las 18:00H. Inscríbete aquí.

Fuentes

 

1Morgan y King. Introducción a la Psicología. Ed. Aguilar. Madrid 1978.